Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1861-1862 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 29 de enero de 1862
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 48, 819, 820, 821, 822
Tema: Continúa la discusión sobre el capítulo 3º: Estadística de los presupuestos de la Presidencia del Consejo de Ministros

El Sr. SAGASTA: Tengo tanto gusto en complacer al Sr. Saavedra, que voy a empezar mis rectificaciones por aquello que desea tanto, y ha mostrado el deseo de que rectifique pronto unas palabras que pronuncié ayer. Aun cuando me extravié un poco del orden que me propongo seguir en la rectificación, voy a empezar por ahí por complacer a su S.S.

Dije ayer que me parecía conveniente que esa dependencia estuviera dentro del Ministerio de Fomento, porque contando este Ministerio con mayores elementos facultativos para desarrollar la estadística, ninguno podía tener mayores facilidades para proporcionarlos, al paso que de otro modo todas son contrariedades, porque las personas facultativas del Ministerio de Fomento se resisten todo lo que pueden a entrar a las órdenes de una junta que tiene esa organización. En último resultado, estas fueron mis palabras." El mismo Ministro que ha de dar el personal, procurará no dar al que le parezca mejor." Esto es lo que me parece que dije ayer, y lo que creo que ha leído el Sr. Sagasta, y esto no envuelve ofensa para nadie. Los ingenieros que están en la junta de estadística son ingenieros de minas y de montes, que tienen aquí ocupación como tales ingenieros. Eran profesores de la escuela, y siendo profesores, el ministerio de Fomento no ha tenido inconveniente en que además vayan a la junta de estadística; pero así como no ha tenido inconveniente en dar a la junta esos ingenieros recomendables, dignos, cuya ilustración y conocimientos soy al primero en reconocer, se habrá observado que no ha querido dar ningún ingeniero de caminos y canales.

No hay más que un dignísimo que deseando quedarse en Madrid por circunstancias de familia y de salud, le dijo al ministerio: puesto que en la junta se necesitan ingenieros, este es un medio de que yo pueda recobrar mi salud permaneciendo en Madrid en esa junta, y al Gobierno lo mandó a ella. Pues hasta ese ingeniero ha pedido su dimisión, y ha salido de la junta. Por consiguiente, no puedo rectificar, no puedo hacer más que esta aclaración respecto a los ingenieros que hay en la junta. No ha habido ofensa ninguna para los ingenieros que están allí. Y una prueba de las dificultades que encuentra la junta de estadística está en que no tiene ingenieros de caminos y canales, a pesar de que los ha reclamado muchas veces, pero siempre se niega al Ministerio de Fomento, y hace bien. Si los necesita para sus trabajos, ¿cómo los ha de dar a otra dependencia? [819]

Hecha esta rectificación, voy a seguir para las demás el mismo orden que el Sr. Saavedra ha seguido en su discurso; discurso que he oído con tanto gusto, que si no fuera porque estoy muy ronco, pediría la palabra para consumir el tercer turno, a fin de contestar a S.S. y seguirle en esa excursión científica que ha hecho por el extranjero. Pero no puedo, porque me cuesta gran trabajo hasta rectificar; porque cuando la voz no está buena, hay que esforzarse mucho, y aunque lo esté, el salón exige mucho esfuerzo y no deja bien parada la garganta. Me voy a limitar por tanto a las principales rectificaciones. No quiero hacerme cargo de las palabras que se me han atribuido sobre si era o no cierto que se trabajase por dinero, ni de la consideración de que si se dice de los hombres ilustrados que no hacen nada, y de estos se culpan unos a otros, vendrá a resultar que España es un país que no vale nada. Yo no he dicho eso; lejos de haberlo dicho, reconocí que eran competentes y valían mucho las personas que había en esa junta.

S.S. después, por una mala interpretación, sin duda por haberme explicado yo mal, ha dicho que era extraño que yo pusiera en ridículo la denominación de las direcciones especiales, cuando en el mismo decreto de organización tenía explicadas esas denominaciones. Obré tan de buena fe, que leí lo que significaba la dirección de trabajos especiales; pero S.S. me ha confirmado mi idea al decir que se llama dirección de trabajos especiales porque se refiere a trabajos que se enseñan en escuelas que se llaman especiales. Por esta razón debieran llamarse direcciones de trabajos especiales todas las que tiene la estadística, porque en todas ellas se comprenden materias que se enseñan en escuelas especiales. ¿Por qué no llamar también especial a la dirección de trabajos geodésicos y a la dirección de trabajos censales? Pues una y otra se refieren a cosas que se enseñan en escuelas especiales.

También ha querido S.S. decirnos algo respecto de la impugnación que hice de la dirección de trabajos de oficina, y nos ha dicho con este motivo que era una dirección que se ocupaba de las operaciones de campo que hacían las otras direcciones.

Pues si es así, tanto peor para esa junta. Yo sabía que era mala la organización de esa junta, pero no sabía hasta qué punto llegaba. Si esa dirección se ocupa de los trabajos de gabinete que corresponden a los que se hacen en el campo, no sólo es inútil, sino perjudicial. Los trabajos de gabinete no puede hacerlos bien, ni es posible que los hagan más que las mismas personas que hacen los trabajos de campo, y S.S., que ha hecho unos y otros, sabe mejor que yo que eso no puede hacerse de ninguno modo encargar a esa oficina que haga los trabajos de gabinete, es querer perder los trabajos de campo, es no tener nada, y por tanto esa dirección, o está mal clasificada, en cuyo caso debe clasificarse mejor, o no hace más que arreglar papeles y documentos de las otras direcciones, en cuyo caso es enteramente inútil.

S.S. también me entendió mal, sin duda por no haberme yo explicado bien, lo que quise decir relativamente a la dirección de trabajos geodésicos y acerca de su distribución en trabajos geodésicos, trabajos marítimos y trabajos astronómicos. Yo di la explicación que oyó el Congreso, porque no suponía ni supongo ahora que los trabajos astronómicos los hiciera la comisión de estadística simplemente como tales trabajos astronómicos independientes de la geodesia, porque no podía suponer que el furor de estadística, que la ambición de estadística llegara a querer tener también la estadística de las estrellas. No siendo así, los trabajos astronómicos no pueden referirse más que a la geodesia, ni considerarse de otro modo que auxiliares de la misma, y S.S. en su discurso ha venido a darme la razón en esto. Y lo mismo que digo de los trabajos astronómicos, es aplicable también a los trabajos marítimos, que como nos ha dicho también S.S., tienen por objeto determinar el contorno de las costas, etc., etc. Y todo esto, ¿para qué? Para determinar la figura de la tierra, que es precisamente el objeto de la geodesia. Por lo tanto, los trabajos marítimos no son más que trabajos geodésicos, y no había necesidad de considerarlos separadamente: en una palabra, toda esa división de trabajos astronómicos, geomórficos y marítimos se excusaba completamente sin más que haber dicho trabajos geodésicos. Y acerca de esto voy a hacer un argumento muy sencillo: ¿se consigna esa división para el que no lo entiende? Pues es inútil. ¿Se consigna para los que lo entienden? Pues resulta lo que acaba de oír el Congreso, que es innecesaria.

Habló S.S de trabajos geológicos. Es verdad que ahora se ha publicado la carta de Palencia; pero debe saber S.S. que esa carta estaba hecha hace mucho tiempo por el distinguido ingeniero D. Casiano de Prado, debiendo añadir que no la ha hecho estando en la junta de estadística, que la hizo antes de entrar en ella y cuando formaba parte de la junta encargada de la carta geográfica y geológica de España. [820]

 Dice S.S. que yo me he opuesto a que el mapa le hicieran los militares. Nada de eso; yo no me he ocupado de los militares que hacen el mapa, sino de los que están en las inspecciones de estadística de las provincias. Yo reconozco las ventajas que produce al ejército el que algunos de sus individuos conozcan perfectamente el territorio español; reconozco también los inconvenientes que puede haber; pero la verdad es que yo no me ocupé de nada de esto y que sólo me referí a la mala organización interior del centro, de la junta general de estadística, y a lo inconveniente que es el que tengamos esos grupitos de empleados aislados, que están en las provincias como un hongo, independientes de todos los demás, que en muchas ocasiones tienen mucho que hacer y lo hacen mal porque se aglomera el trabajo, y en otras no hacen nada. El mapa de que yo me ocupo fue el itinerario, y decía yo con este motivo:¿quién puede tenerle mejor que el Ministerio de Fomento? ¿No se está haciendo en este Ministerio?

Que yo me opuse a las observaciones meteorológicas. De ninguna manera. Lo que yo decía era que no debía haber una dirección para esto. Las observaciones meteorológicas las envían las personas que las lacen, pero no creo que para ellas se necesite un centro directivo.

Yo no me oponía pues a las observaciones meteorológicas; a lo que me oponía era a que se metiera tanto ruido diciendo que se iba a ocupar de tantas cosas, y en realidad todas estas cosas no significan nada, porque las que significan son los trabajos de campo, pues los de gabinete ocupan poco tiempo y poco personal; y me extrañaba mucho que se metiera tanto ruido, queriendo justificar una dirección.

S.S. ha dicho que yo hablé del catastro y que hablé oponiéndome al catastro, cuando dije precisamente ayer lo contrario. Porque yo empezaba por decir: a todo lo que debe aspirar la junta general de estadística es a formar una estadística de la población y ésta la tenemos con el censo y el nomenclátor; después debe procurar formar la estadística territorial, y para esta decía yo que había varios sistemas; añadí que no se había adoptado ninguno, pero habiéndoseme contestado que sí, dije: "me alegro, ya tenemos algo adelantado, pero esto cuesta mucho trabajo y debe seguirse con mas empeño por medio del sistema parcelario." Esto decía yo ayer, y ¿cómo me había de oponer al catastro? Por este motivo S.S. como una reconvención de esa manera templada, dulce, fina, como lo hace S.S., me decía: ¿no recuerda el Sr. Sagasta que en todas partes hay catastros, que los hay hasta en China y en Turquía y que solamente en España no los tenemos? Y añadía: " yo siento decir estas cosas que rebajan la dignidad de la nación, pero no hay más remedio que decirlas. "

Mas el Sr. Saavedra se ha olvidado de una cosa, y es, que antes de todas esas naciones de que S.S. ha hablado tenía la España catastro. Recuerde S.S. el catastro del Marqués de la Ensenada: es claro que no está hecho como se haría en el día. Pero ¿cómo están hechos los catastros de las naciones que S.S. ha citado? No están como los últimamente hechos. Macho tiempo antes de eso había catastros en muchas partes de nuestro país; en lo que se llamaba la Corona de Aragón los hay desde tiempo inmemorial; en Cataluña también los ha habido, y en otras poblaciones del reino. Vea pues S.S. cómo no está nuestro país tan atrasado, y que puede figurar como en otras cosas a la altura de las naciones más adelantadas. Ya que S.S. siente tanto que la España quede en mal lugar, debía procurar, cuando no hay motivo para ello, no dejarla tan atrás.

S.S. también, hablando de que yo había dicho que estábamos todavía en ensayos, ha venido a demostrar lo que dije ayer. S.S. ha dicho que hace pocos días se han aprobado los sistemas que se habían de seguir. Yo no necesito pues más que repetir lo que hemos sabido hoy por confesión propia de S.S., y es, que hasta hace pocos días no ha habido sistema.

No dije yo tampoco que los empleados de la estadística dejasen de cumplir con su deber; a mí no se me escapó nada de eso; yo hice todas las salvedades posibles, y únicamente lo que dije fue que el resultado de las operaciones no era el que debía ser por la mala organización de la junta. Y no es posible que los resultados de los empleados en las provincias sean satisfactorios, porque como no tienen auxiliares en las épocas en que se ven llenos de trabajo, ni secciones a que agregarse cuando están de descanso, dije que sucedería que unas veces trabajarían demasiado y que otras no harían nada. Pero al decir esto, no es dirigir un cargo a los empleados; de aquí sólo se desprende un cargo para la organización central, pero para los empleados no. Al contrario; yo quería mejorar la situación de esos empleados poniéndolos en un trabajo constante y no matador que daría mejores resultados, o por lo menos tan completos como deberían ser, y que al mismo tiempo sería un trabajo que podrían ejecutar con el desahogo que necesitan operaciones tan complicadas.

Que yo había confundido el movimiento de la población con el registro civil. No; yo no lo he confundido: lo que dije fue, que no comprendía cómo se quería justificar una dirección confundiendo esas cosas y presentándolas como de gran bulto, cuando son una misma, porque la verdad es que existe entre ellas tal relación, que quien haga el registro, puede hacer el movimiento de la población.

No he negado yo, no he dicho que el nomenclátor fuese malo: al contrario; he dicho que se había hecho un nomenclátor como ensayo, y que sobre este ensayo, como base, se estaba haciendo otro que podría llegar a ser completo y que espero lo sea. Tan lejos estaba de mí el decir que el nomenclátor fuera malo, que dije que lo único que hizo la estadística había sido el censo, el nomenclátor y el anuario. Respecto del nomenclátor, he dicho que no era completo, y del anuario he dicho que es una operación muy importante; pero que es el resultado de la recopilación de los datos que reúnen los centros directivos. Tampoco he dicho que fuera malo el anuario. ¿Cómo lo había de decir si contiene cosas de mucho mérito, que yo aprecio mucho? Pero eso no es bastante para justificar la existencia de los centros directivos, puesto que lo hace la junta general de estadística con presencia de los datos que recoge, y no había motivo para formar con este objeto una dirección. Esto se puede hacer de otra manera con menos gastos.

También ha supuesto S.S. que yo combatía los inspectores provinciales. Yo no los combatí tampoco; sólo dije que provenían del vicio encarnado en el germen de esa dependencia, del centro directivo. Pero S.S. ha dicho: " han dado resultados grandes, puesto que uno ha descubierto un aumento de población de 5.000 habitantes." Pues esto no tiene gran mérito; si hubiera descubierto el aumento de un habitante, pase; pero i5.000! Eso, a la simple vista se descubre. Lo difícil es descubrir cinco, seis, 20; pero descubrir 5.000 no tiene gracia alguna; para eso no es menester ser inspector de estadística, ni estar siquiera en la población; desde aquí se pueden descubrir. De manera que S.S., sin haberlos atacado yo, ha venido a hacerlo con la defensa que ha hecho.

También S.S. ha supuesto que yo hablé del modo como se administraban los fondos en aquella dependencia, suponiendo que yo quería intencionalmente aludir a ciertas personas relativamente a la buena o mala administración [821] de esos fondos. Yo no hablé de nada de esto; al contrario, yo dije que la organización de aquella dependencia se prestaba a abusos; que creía que no los había, pero que la organización se prestaba a ello, Yo no he puesto en duda la buena fe y la honradez de aquellos empleados; yo no me he metido con ellos, ni con los altos, ni con los bajos.

Que yo leí aquí un juramento, ha dicho S.S. No; lo que yo leí fue una declaración que hacen los empleados activos y cesantes en la nómina, cuando cobran.

A la observación de los 21 oficiales y de los seis escribientes a que ha hecho referencia, ha contestado S.S. que con un escribiente para cada tres o cuatro observadores había bastante. Lo creo; pero no es lo mismo un observador, que está todo el día haciendo una observación para tomar un ángulo, por ejemplo, que luego se traslada con facilidad al papel (y a estos observadores que hay en la junta general de estadística no aludo yo), que esos oficiales constantes, que están todo el año trabajando. Yo hago aquí una sola reflexión; para 21 oficiales, seis escribientes; pues o los oficiales trabajan poco, o hacen de escribientes, en cuyo caso son muy caros escribientes.

Por lo demás, S.S. no ha defendido lo que yo únicamente ataco, y ha hecho bien en no meterse a hacer esa defensa, que es difícil.

Todo lo demás de que S.S. nos ha hablado, y que yo he oído con mucho gusto, es puramente científico; pero en la cuestión de presupuesto, en la cuestión que es objeto principal del Diputado, en lo relativo a la organización de esa dependencia, mis argumentos quedan en pie.

¿Cómo ha de defender S.S. que es facultativo, cómo ha de defender S.S. que se subaste la triangulación de segundo orden, operación tan delicada, que aún uno mismo, cuando las hace, tiene desconfianza en sus propias manos? ¿Cómo las ha de encargar a una subasta? Pues este es uno de los vicios capitales de ese centro directivo.

Y no quiero continuar haciendo observaciones, porque serían tantas y tantas que no se acabarían; además, conozco que estoy rectificando.

Me parece que he dicho lo bastante para atacar en globo la organización de esa dependencia; lo he hecho sin atacar a nadie, sin dirigir cargos al Gobierno, atacando en tesis general una organización de una dependencia que, en mi concepto, va a ser una grande rémora y a hacer inútiles trabajos importantes de corporaciones facultativas, de secciones científicas que antes obraban independientemente y ahora también obrarán, pero que en la economía del total de los trabajos no darán el resultado que era de esperar de tanto dinero de tanta ciencia invertida en eso.



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